Mostrando entradas con la etiqueta Sancho. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sancho. Mostrar todas las entradas

miércoles, 7 de marzo de 2007

La esperada ínsula de Sancho



A lo que el duque dijo:


—Sancho amigo, la ínsula que yo os he prometido no es movible ni fugitiva: raíces tiene tan hondas, echadas en los abismos de la tierra, que no la arrancarán ni mudarán de donde está a tres tirones; y pues vos sabéis que sé yo que no hay ninguno género de oficio destos de mayor cantía que no se granjee con alguna suerte de cohecho, cuál más, cuál menos, el que yo quiero llevar por este gobierno es que vais con vuestro señor don Quijote a dar cima y cabo a esta memorable aventura. Que ahora volváis sobre Clavileño con la brevedad que su ligereza promete, ora la contraria fortuna os traiga y vuelva a pie, hecho romero, de mesón en mesón y de venta en venta, siempre que volviéredes hallaréis vuestra ínsula donde la dejáis, y a vuestros insulanos con el mesmo deseo de recebiros por su gobernador que siempre han tenido, y mi voluntad será la mesma; y no pongáis duda en esta verdad, señor Sancho, que sería hacer notorio agravio al deseo que de serviros tengo.

—No más, señor —dijo Sancho—: yo soy un pobre escudero, y no puedo llevar a cuestas tantas cortesías; suba mi amo, tápenme estos ojos y encomiéndenme a Dios, y avísenme si cuando vamos por esas altanerías podré encomendarme a Nuestro Señor o invocar los ángeles que me favorezcan.

martes, 20 de febrero de 2007

De zuecos a chapines



—Yo os digo, mujer —respondió Sancho—, que si no pensase antes de mucho tiempo verme gobernador de una ínsula, aquí me caería muerto.

—Eso no, marido mío —dijo Teresa—, viva la gallina, aunque sea con su pepita [15]: vivid vos, y llévese el diablo cuantos gobiernos hay en el mundo; sin gobierno salistes del vientre de vuestra madre, sin gobierno habéis vivido hasta ahora y sin gobierno os iréis [16], o os llevarán, a la sepultura cuando Dios fuere servido. Como esos hay en el mundo que viven sin gobierno [17], y no por eso dejan de vivir y de ser contados en el número de las gentes. La mejor salsa del mundo es la hambre [18]; y como esta no falta a los pobres, siempre comen con gusto. Pero mirad, Sancho, si por ventura os viéredes con algún gobierno, no os olvidéis de mí y de vuestros hijos. Advertid que Sanchico tiene ya quince años cabales, y es razón que vaya a la escuela, si es que su tío el abad le ha de dejar hecho de la Iglesia [19]. Mirad también que Mari Sancha, vuestra hija, no se morirá si la casamos: que me va dando barruntos que desea tanto tener marido como vos deseáis veros con gobierno, y en fin, en fin, mejor parece la hija mal casada que bien abarraganada [20].

—A buena fe —respondió Sancho— que si Dios me llega a tener algo qué de [*] gobierno [21], que tengo de casar, mujer mía, a Mari Sancha tan altamente, que no la alcancen sino con llamarla «señoría [*]».

—Eso no, Sancho —respondió Teresa—: casadla con su igual, que es lo más acertado; que si de los zuecos la sacáis a chapines [22], y de saya parda de catorceno a verdugado y saboyanas de seda [23], y de una Marica y un a una doña tal y señoría, no se ha de hallar la mochacha [24], y a cada paso ha de caer en mil faltas, descubriendo la hilaza de su tela basta y grosera [25].


(5,II)

viernes, 16 de febrero de 2007

Gobernar a pierna tendida


—Trabaje vuestra merced, señor don Quijote, en darme ese condado tan prometido de vuestra merced como de mí esperado, que yo le prometo que no me falte a mí habilidad para gobernarle; y cuando me faltare, yo he oído decir que hay hombres en el mundo que toman en arrendamiento los estados de los señores y les dan un tanto cada año, y ellos se tienen cuidado del gobierno, y el señor se está a pierna tendida [34], gozando de la renta que le dan, sin curarse de otra cosa: y así haré yo, y no repararé en tanto más cuanto [35], sino que luego me desistiré de todo [36] y me gozaré mi renta como un duque, y allá se lo hayan [37].
—Eso, hermano Sancho —dijo el canónigo—, entiéndese en cuanto al gozar la renta; empero, al administrar justicia ha de atender [
*] el señor del estado, y aquí entra la habilidad y buen juicio, y principalmente la buena intención de acertar: que si esta falta en los principios, siempre irán errados los medios y los fines, y así suele Dios ayudar al buen deseo del simple como desfavorecer al malo del discreto [38].
—No sé esas filosofías [
39] —respondió Sancho Panza—, mas solo sé que tan presto tuviese yo el condado como sabría regirle, que tanta alma tengo yo como otro, y tanto cuerpo como el que más, y tan rey sería yo de mi estado como cada uno del suyo: y siéndolo, haría lo que quisiese; y haciendo lo que quisiese, haría mi gusto; y haciendo mi gusto, estaría contento; y en estando uno contento, no tiene más que desear; y no teniendo más que desear, acabóse, y el estado venga, y a Dios y veámonos, como dijo un ciego a otro [40].


(L,I)

Debajo de ser hombre puedo ser Papa


Y volviéndose a mirar al cura, prosiguió diciendo:
—¡Ah, señor cura, señor cura! ¿Pensaba [
*] vuestra merced que no le conozco y pensaba [*] que yo no calo y adivino adónde se encaminan estos nuevos encantamentos? Pues sepa que le conozco, por más que se encubra el rostro, y sepa que le entiendo, por más que disimule sus embustes. En fin, donde reina la envidia no puede vivir la virtud, ni adonde hay escaseza la liberalidad [29]. ¡Mal haya el diablo, que si por su reverencia no fuera [30], esta fuera ya la hora que mi señor estuviera casado con la infanta Micomicona y yo fuera conde por lo menos, pues no se podía esperar otra cosa, así de la bondad de mi señor el de la Triste Figura como de la grandeza de mis servicios! Pero ya veo que es verdad lo que se dice por ahí: que la rueda de la fortuna anda más lista que una rueda de molino y que los que ayer estaban en pinganitos hoy están por el suelo [31]. De mis hijos y de mi mujer me pesa [32], pues cuando podían y debían esperar ver entrar a su padre por sus puertas hecho gobernador o visorrey [*] de alguna ínsula o reino, le verán entrar hecho mozo de caballos. Todo esto que he dicho, señor cura, no es más de por encarecer a su paternidad haga conciencia del mal tratamiento que a mi señor se le hace [*][33], y mire bien no le pida Dios en la otra vida esta prisión de mi amo [34] y se le haga cargo de todos aquellos socorros y bienes que mi señor don Quijote deja de hacer en este tiempo que está preso.

—¡Adóbame esos candiles [35]! —dijo a este punto el barbero—. ¿También vos, Sancho, sois de la cofradía de vuestro amo? ¡Vive el Señor que voy viendo que le habéis de tener compañía en la jaula [36] y que habéis de quedar tan encantado como él, por lo que os toca de su humor y de su caballería! En mal punto os empreñastes de sus promesas [37] y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis.
Yo no estoy preñado de nadie —respondió Sancho—, ni soy hombre que me dejaría empreñar, del rey que fuese [
38], y, aunque pobre, soy cristiano viejo y no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, otros desean otras cosas peores, y cada uno es hijo de sus obras; y debajo de ser hombre puedo venir a ser papa [39], cuanto más gobernador de una ínsula, y más pudiendo ganar tantas mi señor, que le falte a quien dallas. Vuestra merced mire cómo habla, señor barbero, que no es todo hacer barbas y algo va de Pedro a Pedro [40]. Dígolo porque todos nos conocemos, y a mí no se me ha de echar dado falso [41]. Y en esto del encanto de mi amo, Dios sabe la verdad, y quédese aquí, porque es peor meneallo.


(47,I)

Diálogo entre escuderos

—Real y verdaderamente —respondió el del Bosque—, señor escudero, que tengo propuesto y determinado de dejar estas borracherías destos caballeros [19] y retirarme a mi aldea, y criar mis hijitos [*], que tengo tres como tres orientales perlas.
—Dos tengo yo —dijo Sancho—, que se pueden presentar al papa en persona [
20], especialmente una muchacha, a quien crío para condesa, si Dios fuere servido, aunque a pesar de su madre.
—¿Y qué edad tiene esa señora que se cría para condesa? —preguntó el del Bosque.
—Quince años, dos más a menos [
21] —respondió Sancho—, pero es tan grande como una lanza y tan fresca como una mañana de abril, y tiene una fuerza de un ganapán [22].
—Partes son esas [
23] —respondió el del Bosque— no solo para ser condesa, sino para ser ninfa del verde bosque [24]. ¡Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca [25]!
A lo que respondió Sancho, algo mohíno:
Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios quiriendo [
26], mientras yo viviere. Y háblese más comedidamente, que para haberse criado vuesa merced entre caballeros andantes, que son la mesma cortesía, no me parecen muy concertadas esas palabras.
—¡Oh, qué mal se le entiende a vuesa merced [
27] —replicó el del Bosque— de achaque de alabanzas [*], señor escudero! ¿Cómo y no sabe que cuando algún caballero da una buena lanzada al toro en la plaza [28], o cuando alguna persona hace alguna cosa bien hecha, suele decir el vulgo: «¡Oh hideputa, puto, y qué bien que lo ha hecho!», y aquello que parece vituperio, en aquel término [29], es alabanza notable? Y renegad vos, señor, de los hijos o hijas que no hacen obras que merezcan se les den a sus padres loores semejantes [30].
(13,II)