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viernes, 16 de febrero de 2007

Gana de hacer lo que no se escusa


(Don Quijote vuelve a casa en una jaula, víctima de un "encantamiento", aunque para Sancho es víctima de malicias. El escudero se preocupa de sus necesidades...)



—Eso pido —replicó Sancho—, y lo que quiero saber es que me diga, sin añadir ni quitar cosa ninguna, sino con toda verdad, como se espera que la han de decir y la dicen todos aquellos que profesan las armas, como vuestra merced las profesa, debajo de título de caballeros andantes...
—Digo que no mentiré en cosa alguna —respondió don Quijote—. Acaba ya de preguntar, que en verdad que me cansas con tantas salvas [
47], plegarias y prevenciones, Sancho [*].
—Digo que yo estoy seguro de la bondad y verdad de mi amo, y, así, porque hace al caso a nuestro cuento, pregunto, hablando con acatamiento [
48], si acaso después que vuestra merced va enjaulado y a su parecer encantado en esta jaula le ha venido gana y voluntad de hacer aguas mayores o menores [49], como suele decirse.
No entiendo eso de hacer aguas, Sancho; aclárate más, si quieres que te responda derechamente.
—¿Es posible que no entiende vuestra merced de hacer [
*] aguas menores o mayores? Pues en la escuela destetan a los muchachos con ello [50]. Pues sepa que quiero decir si le ha venido gana de hacer lo que no se escusa [51].
—¡Ya, ya te entiendo, Sancho! Y muchas veces, y aun agora la tengo. ¡Sácame deste peligro, que no anda todo limpio [
52]!


(48,I)

Diálogo entre escuderos

—Real y verdaderamente —respondió el del Bosque—, señor escudero, que tengo propuesto y determinado de dejar estas borracherías destos caballeros [19] y retirarme a mi aldea, y criar mis hijitos [*], que tengo tres como tres orientales perlas.
—Dos tengo yo —dijo Sancho—, que se pueden presentar al papa en persona [
20], especialmente una muchacha, a quien crío para condesa, si Dios fuere servido, aunque a pesar de su madre.
—¿Y qué edad tiene esa señora que se cría para condesa? —preguntó el del Bosque.
—Quince años, dos más a menos [
21] —respondió Sancho—, pero es tan grande como una lanza y tan fresca como una mañana de abril, y tiene una fuerza de un ganapán [22].
—Partes son esas [
23] —respondió el del Bosque— no solo para ser condesa, sino para ser ninfa del verde bosque [24]. ¡Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca [25]!
A lo que respondió Sancho, algo mohíno:
Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios quiriendo [
26], mientras yo viviere. Y háblese más comedidamente, que para haberse criado vuesa merced entre caballeros andantes, que son la mesma cortesía, no me parecen muy concertadas esas palabras.
—¡Oh, qué mal se le entiende a vuesa merced [
27] —replicó el del Bosque— de achaque de alabanzas [*], señor escudero! ¿Cómo y no sabe que cuando algún caballero da una buena lanzada al toro en la plaza [28], o cuando alguna persona hace alguna cosa bien hecha, suele decir el vulgo: «¡Oh hideputa, puto, y qué bien que lo ha hecho!», y aquello que parece vituperio, en aquel término [29], es alabanza notable? Y renegad vos, señor, de los hijos o hijas que no hacen obras que merezcan se les den a sus padres loores semejantes [30].
(13,II)