viernes, 16 de febrero de 2007

Como a las telas de mi corazón

—No hay camino tan llano —replicó Sancho—, que no tenga algún tropezón o barranco; en otras casas cuecen habas, y en la mía, a calderadas [42]; más acompañados y paniaguados [43] debe de tener la locura que la discreción. Mas si es verdad lo que comúnmente se dice, que el tener compañeros [*] en los trabajos suele servir de alivio en ellos [44], con vuestra merced podré consolarme, pues sirve a otro amo tan tonto como el mío.
—Tonto, pero valiente —respondió el del Bosque—, y más bellaco que tonto y que valiente.
—Eso no es el mío —respondió Sancho—, digo, que no tiene nada de bellaco, antes tiene una alma como un cántaro [
45]: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna; un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle [46], por más disparates que haga.
(13,II)

No hay comentarios: